El Mina Mari fue en su tiempo un barco de mercancías, costero o granelero, como se llamaban en la época y que a principios de los años sesenta, cuando hacía la ruta Bilbao-Pasajes con una mercancía de cereal, chocó con las rocas de Matxitxako, quedando a la deriva para posteriormente hundirse y posarse sobre la arena. Tras un fallido intento de reflote, descansa definitivamente en su actual ubicación (2 millas al este del cabo Matxitxako).
Los barcos hundidos o “pecios” son colonizados enseguida y pueden llegar a convertirse en oasis de biodiversidad. El mejor ejemplo que disponemos en la costa vasca es el pecio del Mina Mari, que con 40 m de eslora yace sobre un fondo de arena a una profundidad máxima de 37 m y a 3 millas del puerto de Bermeo.
Consejos para los buceadores
- Coincidir con la marea baja, la profundidad disminuye hasta 4 m.
- En una inmersión no da tiempo suficiente como para conocer bien el pecio, es mejor visitarlo en dos inmersiones, una en proa y otra en popa.
- Nadar siempre unos metros por encima de la arena, así conseguiremos no bajar más de 30 m, disminuyendo el tiempo en fondo y evitando la descompresión.
- Ascender lentamente y realizar la parada de seguridad.
- Bucear en el Mina Mari con personas que lo conozcan suficientemente bien.
- Tiempo de navegación: 10 minutos
- Tiempo de inmersión: 20 minutos
- Profundidad máxima: 37 metros en marea alta
- Nivel de la inmersión: buceadores expertos con especialidad de buceo profundo
- A destacar: importante presencia de langostas y bogavantes, grandes bancos de salmonetes
- Material: traje de 5 mm. en verano y 7 mm el resto del año
Descripción de la ruta
Nada más comenzar el descenso, la silueta del Mina se hace patente. Destaca en primer lugar su fantasmagórica popa y su puente de mando recubierto de grandes trozos de redes y un sinfín de peces, como chicharros y bogas. Con suerte, se pueden observar peces luna suspendidos siempre por encima de la popa, como si de vigilantes del lugar se trataran. Descendiendo por el costado de babor hasta la arena, en busca de la hélice, divisamos grandes bancos de salmonetes descansando en la arena. Podemos introducirnos en la sala de máquinas con mucho cuidado y observar los congrios de grandes dimensiones que, al sentir la luz de nuestras linternas, tienden a esconderse rápidamente entre los hierros. A la altura de la hélice descubrimos en un hueco numerosas fanecas, guardianes de las bodegas de éste interesante pecio (por eso se le llama el “fanequero”).
Bordeando la hélice podemos encontrar trozos del carbón utilizado como combustible, ya que se trataba de un barco a vapor. Seguidamente, pasando a estribor, descubrimos espirógrafos de gran tamaño y alcionarios “manos de muerto” pegados al casco y, si nos fijamos bien, numerosos ojos de buey prácticamente cubiertos de anémonas joya.
En el punto más profundo, la zona de carga, casi a ras de la arena, cruzamos de nuevo hacia el costado de babor para ir en busca de una gran caja metálica separada del pecio. Aquí se suele refugiar siempre algún congrio, en ocasiones con algún bogavante.
Desde allí nos dirigimos hacia la proa, siempre pasando por encima de los grandes salmonetes que habitan este pecio. Al igual que la popa, la proa nos aparece rodeada de gran cantidad de peces y con redes de cerco enganchadas a ella. Al haber desaparecido la madera de la cubierta sólo se observa la estructura de hierros cruzados, como si se tratara de ventanas pegadas unas a otras. La proa descansa sobre la cuaderna de babor y, asomándonos al interior, podemos ver gran cantidad de fanecas, mientras que contra la arena nos encontramos casi en todas las ocasiones con dos o tres bogavantes. También nos podemos meter al interior del Mina donde seguramente veremos algún que otro congrio o langosta. Bordeamos la proa y pasamos a estribor intentando poco a poco localizar el cabo del ancla para comenzar el ascenso lentamente.
Adaptado de Alex Iturrate en “Paseo Submarino por la Costa Vasca”