Cualquier buceador conoce los riesgos de la descompresión: según se asciende del fondo y disminuye la presión, los gases (en especial, el nitrógeno) que el cuerpo ha absorbido durante la inmersión, aumentan de volumen y pueden formar burbujas en los tejidos si la ascensión es demasiado rápida. La descompresión produce varios síntomas y sus efectos van desde dolor de articulaciones y picores hasta la parálisis y la muerte. Pero ¿cómo se las arreglan los mamíferos marinos, cuya supervivencia depende de que se sumerjan periódicamente, para evitar la descompresión?
En abril de 2010, el Woods Hole Oceanographic Institution invitó a expertos mundiales en buceo en humanos y en fisiología del buceo de mamíferos marinos a reunirse en un taller de trabajo para debatir este tema. Como resultado, se publicó un artículo titulado “Deadly diving? Physiological and behavioural management of decompression stress in diving mammals,” y publicado en la versión online de Proceedings of the Royal Society B.
Según los investigadores, hasta muy recientemente, se creía que los mamíferos marinos tenían adaptaciones anatómicas, fisiológicas y comportamentales para evitar que la descompresión fuera un problema. No había evidencia de que lo sufrieran, pero un estudio un poco más en detalle sugiere que en realidad evitan la descompresión de manera activa, no que no tengan problemas con ello.
Los científicos empezaron a cuestionar la creencia tradicional tras examinar a zifios de Cuvier (una especie de delfín) que habían varado en las playas de las Islas Canarias en 2002. La autopsia demostró que habían sufrido daños por burbujas de gases. Los animales habían varado tras ser expuestos al sónar de unas maniobras militares cercanas. Esto llevó a los científicos a pensar que cuando los mamíferos marinos se sumerjen, podrían tener que enfrentarse a las burbujas de nitrógeno más frecuentemente de lo que se pensaba y que las estrategias de respuesta podrían implicar inconvenientes, a nivel fisiológico, dependiendo de la situación. En otras palabras, estos animales probablemente sí tienen que regular la carga de nitrógeno en su sangre y sufren variaciones en la concentración de este gas mayores de lo que se creía.
Como pasan tanto tiempo sumergidos, estudiar y comprender el comportamiento de los mamíferos marinos que bucean es un reto difícil. Se ha usado tecnología innovadora como el scanner C para examinar cadáveres a diferentes presiones y así estudiar el comportamiento de los gases en los pulmones y tener una idea de la profundidad a la que el cuerpo empieza a tener problemas. En otros estudios, un equipo de ultrasonidos portátil permitió comprobar la presencia de burbujas en delfines varados vivos.
Todavía hay mucho que aprender, por ejemplo, si estos animales tienen burbujas circulando por su sangre que el cuerpo esté matebolizando. Si las tienen, el impacto del ruido y otros factores estresantes que llevan al animal a una situación anormal en la que no puedan eliminar las burbujas es muy preocupante. Cuando un buceador humano tiene problemas con las burbujas, ¿qué hace? Se mete en una cámara de descompresión para “recomprimirle” y lentamente volver a la situación de normalidad o bien coge otra botella, se sumerje un rato y deja que el gas vaya abandonando progresivamente la sangre y pase a los pulmones. Lo único que un delfín puede hacer si tiene descompresión es volver a sumergirse, pero es imposible si están en aguas poco profundas, cerca de una playa.