Los sismógrafos y las boyas instaladas en el fondo del mar son los únicos instrumentos que en la actualidad permiten alertar a la población con algunos minutos de antelación de la inminente llegada de un tsunami (en el mejor de los casos, la población tiene menos de una hora para ponerse a salvo). Un proyecto de la Agencia Espacial Europea (ESA) permitirá detectarlos con mayor antelación y precisión.
Cuando los sismógrafos registran un terremoto submarino de magnitud superior a 6,5 en la escala de Richter, hay riesgo de que se produzca un tsunami. Automáticamente se lanza una alerta aunque no exista la seguridad de que vaya a llegar a la costa. Sin embargo, en pocos años la tecnología espacial podría mejorar significativamente la predicción de estas devastadoras olas gigantes que han provocado una enorme catástrofe en Japón.
Un proyecto de la Agencia Espacial Europea (ESA) firmado por el ingeniero español Manuel Martín-Neira se suma a la utilización de la tecnología de los satélites de observación de la Tierra para medir la altura de la superficie del océano. Las aplicaciones potenciales son numerosas pero seguramente la más significativa será la de poder detectar tsunamis con mayor antelación y precisión. El sistema PARIS está en fase de estudio pero podría ser una realidad en 2017 o 2018 si se cumple el calendario previsto para su lanzamiento.
10 satélites para monitorizar toda la tierra
Cuando una ola de tsunami de desplaza por el océano, éste muestra una pequeña elevación. Por ejemplo, un tsunami en medio del océano puede tener una altura de 30 o 60 centímetros. Cuando el océano es muy profundo, la ola tiene poca altura pero es muy ancha (alrededor de 200 o 300 kilómetros) y viaja a una gran velocidad (unos 800 km. por hora).
A medida que la ola se acerca a la costa y dismuye la profundidad, su velocidad se va reduciendo. Se va estrechando hasta convertirse en una ola de sólo 10 km. aproximadamente. Todo el agua se acumula en esta superficie, lo que provoca que aumente su altura, que puede tener entre 10 y 30 metros, produciendo un efecto devastador en la costa.
“El objetivo es que un satélite PARIS pueda observar una franja del océano de 1.500 kilómetros en la que podamos captar esa perturbación. Con 10 satélites se podría monitorizar todo la Tierra y alertar con 30 o 40 minutos de antelación“, calcula el ingeniero.
Fuente: ESA, vía El Mundo.