A las ocho de la mañana entramos en el puerto de Pasaia. Cansados pero contentos después del mes largo de campaña, descargamos el material y dejamos el barco definitivamente. Nos despedimos de la tripulación hasta el próximo año y ellos zarpan sin dilación: tienen que salir pitando para tratar de llegar a Finisterre antes que la próxima borrasca.
Nosotros tampoco tenemos mucho tiempo para descansar. Se terminó la campaña, pero el trabajo no ha hecho más que empezar: ahora hay que sacar algo en claro de tanto dato. Necesitaremos al menos otro mes de trabajo coordinado entre analistas e investigadores para hacer los biológicos, interpretar los ecogramas con ayuda de las pescas y llevar a cabo la ecointegración que convertirán los más de 60 GB de datos almacenados en toneladas contantes y sonantes.