Los peces no son tan tontos como la gente a veces cree. Los científicos han descubierto que los peces que son cazados regularmente con fusil son mucho más esquivos y mantienen la distancia con los pescadores. Si se cierra la zona a la pesca, los peces bajan la guardia y se acercan mucho más a los buceadores.
Los peces no son tan tontos como la gente a veces cree. Los científicos han descubierto que los peces que son cazados regularmente con fusil son mucho más esquivos y mantienen la distancia con los pescadores. Si se cierra la zona a la pesca, los peces bajan la guardia y se acercan mucho más a los buceadores.
Investigando los efectos del cierre de áreas marinas debido a leyes ancestrales, un equipo internacional de investigadores que trabajaban en el Pacífico encontraron que los peces sometidos a la pesca con fusil desaparecen mucho antes en cuanto se aproxima un buceador en comparación con aquellos que viven en zonas protegidas.
Para evaluar la efectividad de las áreas marinas protegidas y sus efectos en el comportamiento de los peces, el equipo decidió medir la “distancia de escape” en un conjunto de peces de arrecife que son presas muy habituales entre los pescadores locales en el área de estudio en Papúa Nueva Guinea.
En los países desarrollados, las áreas marinas cerradas a la pesca son una idea bastante nueva, pero en las islas del Pacífico la gente las ha estado usando durante generaciones por razones tradicionales. Una de las cuestiones que interesaban a los investigadores era si la existencia de un área cerrada cambiaba el comportamiento del pez que vive dentro, comparado con el comportamiento de un pez fuera del área protegida. El estudio tuvo lugar en Papua Nueva Guinea donde los jefes locales cierran áreas del arrecife a la pesca, a veces durante varios años, cuando les parece que los peces se están volviendo un poco tímidos. El estudio se centró en peces que son tradicionalmente perseguidos por la gente del lugar, incluyendo meros, peces loro y peces cirujano.
Para estudiar la “distancia de escape”, un buceador se aproximaba lentamente al pez y dejaba caer un marcador en el punto donde estaba el buceador en el momento en que veía escaparse al pez y un segundo marcador donde estaba el pez cuando escapó. Esto permitió medir la distancia a la que el pez escapó del buceador, tanto dentro como fuera del área protegida.
Los peces que son normalmente objeto de caza parecen ser conscientes del rango de 3 metros de alcance del fusil usado por los pescadores del lugar, explica el líder del estudio, Dr David Feary de la Universidad de Tecnología de Sydney (UTS).
“Dentro de las área protegidas, el pez tiende a moverse cuando el buceador se acerca a una distancia de 2-3 metros. Sin embargo, fuera de la zona protegida, donde la pesca es habitual, la mayoría huyeron en cuanto el buceador se acercó a 4-5 metros, es decir, suficientemente lejos como para estar fuera del alcance del fusil. En el caso más extremo, los peces del área no protegida mostraron una distancia de escape de 2,6 metros mayor que la misma especie en la zona protegida.
Sin embargo, cuando se cerraba un área, los peces parecían recobrar la confianza, permitiendo que los buceadores se acercaran mucho más, dentro del rango de alcance del fusil.
Feary explica: “A veces este tipo de cierres se usan para crear una “reserva” de recursos que se guardan para ceremonias culturales importantes. Parece que al cerrar un área, las comunidades pueden no sólo aumentar la cantidad de peces en la zona, sino también hacerlos más fáciles de capturar y sirve a sus propósitos de tener pescado para una fiesta”.
Los resultados de este estudio muestran un mecanismo que nunca antes había sido considerado, donde se puede dar un descenso rápido y acusado en la biomasa de una especie cuando un área cerrada se reabre a la pesca; la disminución de la distancia de escape producida por la protección puede incrementar la susceptibilidad de algunas especies a la pesca.
Mientras que los cierres temporales tienen valor en la conservación de los stocks de peces y les ayuda a recuperarse, el efecto que tiene sobre su comportamiento debe ser valorado cuando se reabren las reservas. Esto puede conllevar la restricción de ciertos artes de pesca o reaperturas cortas para evitar una matanza repentina y considerable de los peces más grandes que se han acostumbrado a la relativa seguridad de un área cerrada.