Un ecosistema que pierda muchas especies puede sufrir un colapso. Estudiando las grandes extinciones masivas de especies en la historia de la Tierra, los científicos atribuyen este colapso a la pérdida de especies que comparten el mismo espacio. Hicieron falta hasta 10 millones de años tras las extinciones para que el ecosistema se estabilizara.
Un ecosistema que pierda muchas especies puede sufrir un colapso. Estudiando las grandes extinciones masivas de especies en la historia de la Tierra, los científicos atribuyen este colapso a la pérdida de especies que comparten el mismo espacio. Hicieron falta hasta 10 millones de años tras las extinciones para que el ecosistema se estabilizara.
En un trabajo publicado en Geology, investigadores de la Universidad Brown y la Universidad de Washington utilizaron un grupo de animales marinos similares al cefalópodo Nautilus de hoy en día para examinar el colapso de los ecosistemas marinos que coincidió con dos de las mayores extinciones masivas de especies en la historia de la Tierra. Atribuyen el colapso de los ecosistemas a la pérdida de un número suficiente de especies que ocupaban la misma función dentro del ecosistema (propiedad denominada redundancia ecológica). Aunque este término no es nuevo, es la primera vez que se encuentra en el registro fósil que la pérdida de redundancia ecológica es directamente responsable del colapso de un ecosistema marino. Los autores describen en este artículo que costó 10 millones de años tras las extinciones masivas antes de que hubiera una variedad suficiente de especies que repoblasen el mar, restaurando la redundancia ecológica para que el ecosistema se estabilizase.
Si la teoría es cierta, las implicaciones hoy en día no podrían ser más claras. De acuerdo al informe de Naciones Unidas Biodiversity Outlook 2, la población de casi un tercio de las especies marinas a las que se hizo seguimiento están en declive desde hace tres décadas (datos hasta el año 2000). Los datos son parecidos para las especies terrestres. “Efectivamente, actualmente somos responsables de la sexta mayor extinción en la historia de la Tierra y la mayor desde que desaparecieron los dinosaurios hace 65 millones de años” señala este informe de 2006.
Whiteside y el co-autor Peter Ward estudiaron las extinciones masivas al final del periodo Pérmico hace 250 millones de años y otra que cerró el Triásico hace aproximadamente 200 millones de años. En general se cree que ambos periodos terminaron con espasmos globales de actividad volcánica. El abrupto cambio climático que produjeron los fenómenos de volcanismo, con un pico en los gases de efecto invernadero en la atmósfera, diezmó especies en tierra y en mar, perdiendo aproximadamente el 90% de las especies marinas existentes en el Pérmico-Triásico y el 72% en el Triásico-Jurásico. La amplia pérdida en vida marina y el abrupto cambio climático provocaron que el ciclo del carbono, un amplio indicador de vida y muerte dentro y fuera de los mares, fluctuara enormemente. Los autores investigaron estos “episodios carbónicos caóticos” y sus efectos en la biodiversidad estudiando isótopos de carbono de estos periodos.
Los investigadores encontraron evidencia de más colapso de especies en los océanos compilando 50 millones de años de registro fósil de ammonoides, una criatura predadora de tipo calamar que vivía dentro de una concha en espiral, que se han encontrado en las rocas del oeste de Canadá. Se encontró que dos tipos generales de ammonoides, los que nadaban y perseguían a sus presas y los que simplemente flotaban, sufrieron grandes pérdidas. El registro fósil de las extinciones masivas después del final del Pérmico y final del Triásico muestran una notoria ausencia de ammonoides nadadores que, como compiten con otros predadores activos incluidos peces, se interpreta como una pérdida de redundancia ecológica. Sólo cuando reaparecen los ammonoides nadadores junto con sus hermanos flotantes se estabiliza el registro de isótopos de carbono y el ecosistema oceánico se recupera totalmente. Entonces se dice que se ha restablecido la redundancia ecológica: los ammonoides nadadores han cumplido ese rol trófico.