Investigadores españoles demuestran en un estudio publicado en el último número de Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) que el número de especies marinas con genes patentados para aplicaciones médicas y biotecnológicas aumenta un 12% cada año, un crecimiento diez veces más rápido que la descripciónde especies. Los científicos piden un marco legal para regular el uso y conservación de la biodiversidad en aguas internacionales.
Investigadores españoles demuestran en un estudio publicado en el último número de Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) que el número de especies marinas con genes patentados para aplicaciones médicas y biotecnológicas aumenta un 12% cada año, un crecimiento diez veces más rápido que la descripciónde especies. Los científicos piden un marco legal para regular el uso y conservación de la biodiversidad en aguas internacionales.
Los avances tecnológicos en la exploración marina y en la recolección de muestras del océano profundo han hecho florecer rápidamente en los últimos años las patentes asociadas a sus recursos genéticos. Más de 18.000 productos naturales y 4.900 patentes de genes marinos con aplicaciones médicas y biotecnológicas son la principal prueba de que la bioprospección en el océano ha dejado de ser una quimera para convertirse en una realidad.
El estudio desgrana los datos de un inventario de productos naturales y del GenBank, una base de secuencias genéticas coordinada por el Instituto Nacional de la Salud de EE UU. “El estudio demuestra que la biodiversidad marina es un recurso valioso como fuente de avances científicos sustanciales y además tiene un enorme valor económico añadido que no siempre se tiene en cuenta”, señala el coordinador de la investigación Jesús M. Arrieta, del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (CSIC).
Según el estudio, el porcentaje de especies marinas asociadas a patentes de al menos un gen es el doble que en las terrestres porque los ecosistemas marinos son adecuados para la bioprospección. Un 29% de estas patentes se asocia a la producción de enzimas y a otros reactivos para aplicaciones moleculares y debiología celular, mientras que el 48% están relacionadas con la modificación genética de organismos y un 8% con la producción de suplementos dietéticos. Trabajos anteriores señalan que el éxito de encontrar sustancias químicas de interés no descritas aún en organismos marinos es 500 veces más alto que en el caso de las especies terrestres.
Áreas marinas protegidas
Los investigadores destacan la urgencia de alcanzar acuerdos globales para establecer áreas marinas protegidas en aguas internacionales, que suponen el 65% de la superficie del océano. “El número de especies con genes patentados no es alarmante en sí”, destaca Arrieta. “La posibilidad de que esta información genética de organismos salvajes acabe siendo propiedad privada, mediante un proceso de patentes pobremente regulado, sí genera inquietud”, añade el científico. “Una vez hallado un recurso, la explotación podría resultar problemática si requiere una recolección masiva de organismos, pero esto no debería ser necesario en la mayoría de los casos”, agrega Arrieta. Las principales amenazas de estos recursos son las mismas que afectan a la biodiversidad en general: el cambio climático, la acidificación de los océanos o la destrucción de los ecosistemas marinos. No obstante, preocupa que no haya obligación de declarar la procedencia de los materiales biológicos originales cuando se presenta una patente de un gen.
“La ausencia de mecanismos de control genera riesgo de biopiratería, por eso las restricciones para la investigación en aguas territoriales de muchos países podrían frenar la investigación”, destaca el coordinador del estudio. Además, los recursos genéticos con potencial económico son particularmente abundantes en los “puntos calientes de biodiversidad”, como los arrecifes de coral, las montañas submarinas o los ecosistemas polares. Todos ellos se encuentran amenazados debido al cambio climático y al impacto de la actividad humana. Tanto la protección de la biodiversidad como la propiedad de los recursos biológicos dentro de las aguas territoriales de cada país están definidas en el Convenio sobre la Diversidad Biológica, pero fuera de las aguas territoriales no existe un marco legal aceptado.
La investigación se incluye dentro de Malaspina 2010, un proyecto interdisciplinar liderado por el CSIC. La expedición, coordinada por el científico del CSIC Carlos Duarte, arranca el próximo mes de diciembre y tiene como objetivo evaluar el impacto del cambio global en el océano y estudiar, mediante técnicas genómicas, la biodiversidad del océano profundo, el mayor ecosistema del planeta. Entre otros, el biólogo Xabier Irigoien de AZTI-Tecnalia también participa en este proyecto y expedición.
Jesús M. Arrieta, Sophie Arnaud Haond y Carlos M. Duarte. “What lies underneath: Conserving the oceans’ genetic resources”. PNAS. DOI 0911897107