La anchoa del Cantábrico parece haberse recuperado y ha pasado de estar al borde del colapso en 2005 a lograr este año el récord de biomasa desde que en 1987 se realizaron las primeras estimaciones. AZTI-Tecnalia es el encargado de realizar las evaluaciones españolas del caladero, que complementan las de los científicos franceses. El biólogo Xabier Irigoien, coordinador del Área de Oceanografía Biológica y Ecología de Recursos Vivosde AZTI, asegura que las buenas condiciones climatológicas de los últimos años, sumadas a la menor presión pesquera, favorecieron la recuperación de la especie.
La anchoa del Cantábrico parece haberse recuperado y ha pasado de estar al borde del colapso en 2005 a lograr este año el récord de biomasa desde que en 1987 se realizaron las primeras estimaciones. AZTI-Tecnalia es el encargado de realizar las evaluaciones españolas del caladero, que complementan las de los científicos franceses. El biólogo Xabier Irigoien, coordinador del Área de Oceanografía Biológica y Ecología de Recursos Vivosde AZTI, asegura que las buenas condiciones climatológicas de los últimos años, sumadas a la menor presión pesquera, favorecieron la recuperación de la especie.
Xabier, ¿cómo definiría el estado actual del caladero?
Está muy bien. La estimación de este año es la mejor de los últimos 25 años. Es un cálculo provisional, porque faltan los datos de los biólogos franceses, pero no deja de ser, sino la mejor, una de las mejores de los últimos tiempos. La anchoa es una especie de vida corta y es normal que oscile, que suba y baje constantemente.
La situación ha cambiado drásticamente en poco tiempo. De estar casi en situación de colapso, a un nivel de biomasa récord. ¿A qué se debe esta gran mejoría?
La anchoa tiene una vida corta y los adultos que hay en el mar son sobre todo de un año, lo que provoca que la biomasa dependa totalmente de la supervivencia de los huevos y larvas del año anterior, en lo que influyen las condiciones climatológicas. Es como una cosecha: hay años de buen tiempo y otros malos, en los que la cosecha es peor.
Entonces, ¿últimamente el clima ha sido óptimo?
Sí, este año, y algo el pasado, se han dado unas condiciones de dirección de viento y de transporte de las corrientes muy bueno, lo que favoreció la supervivencia de huevos y larvas. Además, la pesca se redujo, lo que permitió que hubiese un número de adultos en el mar suficiente para tener puestas importantes. Se juntaron las buenas condiciones climatológicas y la existencia de bastantes adultos en el mar.
Es decir, ¿un año con un clima muy malo puede echar por tierra la gran mejoría de la anchoa?
Sí, claro. Pero eso pasó siempre con las especies de vida corta.
¿Cuál es el máximo tiempo de vida de una anchoa?
Cuatro años. Pero, como normalmente la mortalidad es alta año a año, el 70 o 80% de la población es de un año de edad o dos. De tres y cuatro quedan muy pocos ejemplares. Pero toda la serie de la anchoa ha sido oscilante: sube y baja continuamente. Lo que no había pasado antes era que se dieran muchos años malos seguidos, que es lo que llevó a cerrar la pesquería en 2005.
¿Hay una mayor concienciación de la flota en el cuidado del recurso después de la veda?
Sí, pero también antes. La flota de bajura siempre ha sido muy responsable con la anchoa porque veía que muchas veces se fijaban más cuotas de pesca de las que se podían capturar. Cuando cayó la biomasa fue la primera en decir que no había anchoas en el mar y que había que cerrar la pesquería. Es de las pocas flotas que han pedido que los Totales Admisibles de Captura (TAC) sean más bajos, incluso antes de la veda y el plan de gestión.
Algunos pescadores se quejan de que hay buques que usan clasificadoras, que seleccionan la anchoa grande y devuelven la pequeña al mar. Supongo que ayudan a ralentizar la recuperación del caladero.
Hay una diferencia importante entre la flota de bajura y los buques más industrializados, que tienen unos descartes enormes. Pero es algo específico de cada flota: unas artes son más selectivas que otras.
El nivel de precaución de la anchoa está fijado en 33.000 toneladas y la biomasa supera las 138.000. ¿Cuál sería el porcentaje ideal de capturas?
-El plan de gestión de la anchoa, con la fórmula matemática, es precautorio. No es solo un porcentaje. Por debajo de 24.000 toneladas de biomasa no se pesca, entre 24.001 y 33.000 se capturarían 7.000 toneladas y por encima de 33.000 el cupo representaría el 30% de la biomasa, hasta un máximo de 33.000 toneladas, que nunca se superaría.
¿Qué se busca con este límite?
Así queda siempre un gran remanente de individuos adultos en el mar. La flota ha dicho: ‘Con los barcos que hay no vamos a pescar más de 33.000 toneladas. ¿Para qué vamos a fijar un TAC más alto si luego va a sobrar?’.
Entonces, ¿no pasa como en otras especies, sobre las que los biólogos proponen un cupo y al final los países de la UE aprueban otro totalmente distinto?
En los últimos años se aplica bastante a rajatabla el plan de gestión. Aunque aún no ha sido aprobado, ya se aplica. Es algo que han pedido los pescadores.
El hecho de que la pesquería dependa tanto de la climatología, ¿es lo que hace que no se quiera pecar de optimista para evitar volver a una situación difícil?
Sí, sabemos que si los reclutamientos son malos sistemáticamente, entonces no hay solución. Pero sí se puede evitar que caiga por debajo de una biomasa que después sea imposible de recuperar.
¿Qué diferencias hay entre la campaña Bioman española y la de los biólogos franceses?
La Bioman, el método de producción de huevos, cuenta cuántos hay en el mar y, sabiendo los que pone cada hembra, se estima la población adulta. Mientras, el sistema francés hace una medición acústica de los ejemplares existentes.
¿Suele haber grandes variaciones entre un estudio y otro?
La evaluación gala suele dar índices más altos pero los dos métodos van siempre en la misma dirección: o los dos dicen que sube la biomasa o los dos que baja. La estimación final no es la media de los dos, sino que se estudian también las capturas, las tallas y tamaños, y con los tres datos se sacan las conclusiones finales.
Fuente: La opinión Coruña. Manuel Barral