El que un pez persiga a sus presas o se quede esperando a que lleguen está ligado a la estructura de su cerebro, según revela un investigador de la Universidad de Guelph. El profesor Rob McLaughlin ha descubierto que el comportamiento cazador de la trucha de arroyo está relacionado con el tamaño de una zona concreta del cerebro de este pez.
El que un pez persiga a sus presas o se quede esperando a que lleguen está ligado a la estructura de su cerebro, según revela un investigador de la Universidad de Guelph. El profesor Rob McLaughlin ha descubierto que el comportamiento cazador de la trucha de arroyo está relacionado con el tamaño de una zona concreta del cerebro de este pez.
“Encontramos que los peces que patrullan en busca de comida tienen el telencéfalo mayor que los que esperan a que alguna presa pase por delante suyo”. El telencéfalo es una región del cerebro relacionada con el movimiento y el uso del espacio: es el responsable de la habilidad del pez para nadar patrullando por diversos lugares y recordar hitos espaciales para no perderse.

En investigaciones previas, McLaughlin descubrió que la trucha de arroyo muestra dos tipos de personalidades: los peces que son cazadores activos y parecen ser más arriesgados y los sedentarios y aparentemente más tímidos.
“Eran peces jóvenes que habían estado cazando menos de un mes y ya se les veía la tendencia a ser más arriesgados y moverse más. Esto nos hizo pensar en si habría diferencias significativas a nivel biológico”.
Para la presente investigación, recogieron ejemplares de estos dos tipos de peces del río Credit cerca de Toronto y midieron el tamaño de su telencéfalo, así como el tamaño del bulbo olfatorio del cerebro (una de las partes de las que se compone el teléncéfalo), para asegurarse de que los cazadores activos no tenían sencillamente el cerebro en su totalidad más grande que los peces sedentarios.
Aunque esta investigación ha demostrado que la actividad alimentaria del pez está ligada a la estructura del cerebro, no está claro si las diferencias comportamentales reflejan diferencias existentes en el cerebro o viceversa: si los cambios en el cerebro se deben a las diferencias en el comportamiento.
“Es posible que haya algo en el ambiente o en la carga genética del pez que provoque que algunos peces sean más activos que otros y ese nivel de actividad está alterando el cerebro. Hay evidencia de que los peces tienen cierta plasticidad y pueden experimentar cambios en función de dónde se están desarrollando neuronas más rápidamente”. En cualquier caso, este descubrimiento ayudará a comprender el mecanismo neuronal subyacente tras los diferentes comportamientos alimentarios de las poblaciones naturales de animales.
“Es un gran paso hacia la comprensión de por qué existen dos tipos de personalidades en la misma especie y cómo surge la diversidad en una población. Solemos centrarnos en el impacto que causamos en el medio ambiente y cómo nuestras acciones están reduciendo la biodiversidad y pasamos por alto procesos que pueden estar creando diversidad”