Roberto Moncho es Investigador del área de Dinámica Marina y Oceanografía Operacional de AZTI-Tecnalia. En esta entrevista nos habla sobre los “kazatormentas”, sobre cómo prever potenciales fenómenos meteorológicos adversos o sobre cómo los medios de comunicación se refieren a informaciones en esta materia, entre otros temas.
Roberto Moncho es Investigador del área de Dinámica Marina y Oceanografía Operacional de AZTI-Tecnalia. En esta entrevista nos habla sobre los “kazatormentas”, sobre cómo prever potenciales fenómenos meteorológicos adversos o sobre cómo los medios de comunicación se refieren a informaciones en esta materia, entre otros temas.
¿Se siente usted un «kazatormentas»?
Depende. En el sentido estricto, un “kazatormentas” es una persona que sale en búsqueda de las tormentas, y tiene el objetivo de capturarlas mediante fotografías y mediciones que sirvan para conocerlas mejor o simplemente para admirar su fuerza. Sin embargo en mi caso prefiero estudiar las tormentas desde la casa, bien mediante teledetección o bien esperando a que pasen por aquí. Por lo tanto no puedo considerarme un auténtico “kazador”, aunque comparto uno de los objetivos: pretendo entenderlas para predecirlas mejor.
Precipitaciones intensas. ¿Hoy más que ayer? Es decir, ¿asistimos a fenómenos tormentosos y lluviosos más intensos y concentrados en el tiempo que hace años o décadas, por mor, como se dice, del cambio climático, o vuelve a ser una impresión sin base?
Es una pregunta difícil de responder ya que aquí entran en balance tres componentes diferentes. Por un lado, tenemos la escasa memoria climatológica intrínseca a las personas, que provoca una percepción subjetiva de la intensidad de las tormentas, haciéndonos pensar que “nunca había llovido tanto como ahora”. Por otro lado, tenemos unos mayores medios de captura y difusión de las noticias gracias a las últimas tecnologías (videos en los móviles, Internet, etc.) lo cual permite un mayor conocimiento de los sucesos extremos del presente, por lo que “parece que hay más”. Y por último, tenemos las mediciones reales, que a menudo son insuficientes para caracterizar bien la gran variabilidad natural de la precipitación, con lo cual es muy difícil analizar los posibles cambios. Respecto a esto último, en nuestra zona los resultados no son concluyentes en referencia a si ha habido o no cambios en el régimen de las precipitaciones, pero al parecer en zonas del norte de Europa sí se está observando ya un aumento de las precipitaciones intensas (Osborn y Maraun, 2008). Por lo tanto, pienso que en nuestra zona hay más de lo primero que de esto último, aunque debemos estar a la espera de nuevos datos.
Hoy, nos sorprenden en los telediarios las imágenes de los efectos de las «gotas frías» o lluvias torrenciales en zonas del Levante, Canarias, incluso aquí en el Norte. A veces da la impresión de que son fenómenos que antes no sucedían. ¿Tiene usted esa impresión? ¿Maximizan estos hechos el foco que los medios de comunicación ponen sobre ellos?
Sin duda los medios de comunicación suelen maximizar los fenómenos para hacer más atractivas las noticias, al igual que cualquier empresa trata de hacer más atractivo su producto para que sea más “vendible”. Además en mi opinión puede haber también cierta moda en la temática de las noticias, que provoca una avalancha de noticias similares. A todo esto hay que sumar, como decía antes, que la percepción de mayores catástrofes se debería más al aumento de los medios tecnológicos para capturar con imágenes y difundir los hechos que no propiamente a un aumento real, aunque debemos estar a la expectativa de nuevos datos.
Supongo que los medios de que se disponen para prever potenciales fenómenos meteorológicos adversos como «gotas frías» y similares avanzan con el paso del tiempo. ¿Pero hasta qué punto los sistemas de alerta pueden precisamente alertar de lo que se viene? ¿Son injustas las críticas que pueda hacer la sociedad de falta de alertas o avisos?
La predicción numérica (mediante modelos) avanza sobretodo para predecir variables generales como la presión, la temperatura a una cierta altura, etc. Sin embargo hay fenómenos que por su origen local no pueden ser bien descritos por los modelos de circulación más general. Un modelo puede describir unas condiciones de contorno favorables para que se produzcan tormentas locales u organizadas, pero no puede precisar dónde ni cuando se van a producir. Y esas tormentas suelen ser las que producen más riesgos para la población. Esto obliga a alertar áreas mucho más grandes de lo que posteriormente se verán afectadas, por lo que la gente a menudo mal interpreta una alerta cuando en su localidad “no se cumple” y lanzan críticas que muchas veces son injustas por la propia dificultad de los fenómenos alertados.
¿Existen los medios para ello, pero sobra burocracia o un mal uso de lo que se dispone?
La emisión de una alerta oficial implica una movilización de recursos humanos y por lo tanto parece necesario que en parte se gestione por organismos políticos. Sin embargo, eso provoca que la decisión de emitir una alerta esté influenciada en cierto modo por circunstancias previas como por ejemplo reacciones desmesuradas ante un desacierto predictivo. En mi opinión, el problema reside en una falta de cultura en la población sobre riesgos meteorológicos, ya que en muchos casos la gente no se preocupa por conocer, ni por entender la complejidad de una determinada situación de riesgo, y por lo tanto son demasiado críticos con los errores predictivos, así como tampoco toman en serio las medidas preventivas cuando SÍ se produce un fenómeno adverso predicho.
{xtypo_quote_right}La gente es demasiado crítica con los errores predictivos y no se toma en serio las medidas preventivas cuando sí se produce un fenómeno adverso predicho.{/xtypo_quote_right}
Es decir, lo ideal sería “sobre-alertar” más que “sub-alertar”, porque esa es la única forma de evitar gran parte de los riesgos, y sin embargo en mi opinión todavía es necesario divulgar más cultura meteorológica para que la sociedad asuma con normalidad una “sobre-alerta” sin que la critiquen injustamente. También sería muy útil tratar de divulgar el significado de las probabilidades de un cierto fenómeno extremo, ya que dan una idea de la precisión e intensidad probable del mismo. En una predicción ordinaria hay que intentar ser deterministas (“llueve o no llueve”), pero cuando hay algún peligro es imprescindible hablar de probabilidades, ya que suele haber mucha incertidumbre insalvable.
Cada vez que los medios informamos sobre estos fenómenos lluviosos que suelen dar lugar a inundaciones, citamos los litros por metro cuadrado caídos. Pero realmente creo que no captamos, ni el público, la dimensión de que caigan 20 litros en 10 minutos, 100 en 24 horas, es decir, ¿cómo se puede ilustrar estos datos de manera que la gente entienda esa dimensión?
Uno podría intentar hacerse una imagen de esos datos a partir de las consecuencias típicas, pero estas dependen más de la preparación de cada zona para asumir una cierta intensidad y duración de la precipitación, que no tanto del fenómeno en sí. Por lo tanto yo propondría referirnos a alguna variable física, como es la visibilidad y el ruido. Con 20 mm en 5 minutos, por ejemplo, un conductor no es capaz de ver ni oír prácticamente nada más allá de un metro, por lo que necesariamente debe detener el vehículo, sin embargo, con 100 mm en 24h repartidos de uniformemente en el tiempo, se podría conducir moderando un poco la velocidad, siempre y cuando la carretera esté bien preparada para drenar toda el agua.
Lo que ocurre es que en la inmensa mayoría de los casos, cuando por ejemplo (con números redondos) en 10 horas caen 100 mm, en una hora han caído mucho más de 10 mm, normalmente unos 30 mm, por lo que en general la lluvia no se reparte uniformemente en el tiempo, y tal vez sea ello lo que pueda confundir en la percepción de la gente.
Entrevista: Joseba Vivanco (Gara)