En todo el mundo hay más de 15000 especies de peces marinos pero solo el 1% de ellas está debidamente evaluado, ya que es un proceso costoso y requiere datos fiables que no existen para la mayoría de las especies. Por tanto, desarrollar métodos simples para identificar las especies más vulnerables a la pesca puede ser muy útil a la hora de planificar la gestión y una estrategia efectiva de conservación en situaciones en las que no se disponga de datos.
Pero, ¿qué determina la vulnerabilidad de una especie? ¿y cómo podríamos clasificar las especies de acuerdo a su vulnerabilidad a la pesca?
La respuesta depende de las interacciones entre dos factores principales:
1) el grado de exposición a amenazas extrínsecas como la pesca y
2) su sensibilidad intrínseca a esas amenazas.
La sensibilidad intrínseca de una especie está basada en su biología y ecología, que determinan su resiliencia a la pesca y su habilidad para recuperarse desde tamaños de población bajos y situaciones de agotamiento del recurso. Por tanto, dada una misma exposición a la pesca, es la biología de una especie la que deterrminará lo bien que puede restablecerse desde un estado empobrecido. En los casos en los que no hay datos de calidad, la biología y la historia vital de la especie se pueden usar como aproximaciones de su productividad y capacidad para recuperarse.
María José Juan Jordá, que ha defendido recientemente en la Universidad de La Coruña su tesis de doctorado que comenzó en AZTI Tecnalia, ha examinado los aspectos de la biología e historia vital de una especie que los hace más vulnerables a la pesca.
También analiza los rasgos de la historia vital más útiles para diagnosticar las especies que más en riesgo están a causa de la pesca. Para ello, recogió datos sobre la historia vital de los túnidos y otras especies relacionadas como los verdeles, así como información sobre su estado de explotación actual, la evolución de su biomasa y las tasas de mortalidad por pesca a las que han estado sometidos en los últimos 50 años. Después, usó los datos para determinar qué especies de túnidos son más vulnerables a la pesca y qué rasgos de la historia vital influyen para que esas especies probablemente declinen y estén sobre-explotadas.
Los túnidos y verdeles con crecimiento lento y gran longevidad, que normalmente se encuentran en climas templados, tienen más tendencia a sufrir declives de biomasa más rápidos y de más envergadura, así como más probabilidad de estar sobre-explotados, que las poblaciones con tasas de crecimiento rápidas y de vida corta. Por lo tanto, las especies de aguas templadas como el atún rojo del Atlántico (Thunnus thynnus) y el verdel (Scomber japonicus) son más sensibles a la presión de la pesca que especies tropicales como el listado (Katsuwonus pelamis) y el atún de aleta amarilla (Thunnus albacares).
Ciertos rasgos de la historia vital como el crecimiento y la longevidad predicen mejor que otros (como la talla máxima) tanto la tasa como el alcance de la pérdida de biomasa de una población. Por tanto, en una situación en la que no se disponga de datos fiables, la tasa de crecimiento y la longevidad se pueden usar como indicadores de su productividad y como aproximaciones de resiliencia para clasificar las especies de acuerdo con su sensibilidad intrínseca a la pesca.
Es interesante pensar que aunque todas las especies de túnidos sean bastante parecidas en cuanto a sus características físicas, con cuerpos hidrodinámicos y capacidad para nadar a grandes velocidades, en cambio su biología, historia vital y la dinámica de sus poblaciones son diferentes.
Estas diferencias en su biología explican por qué algunas especies pueden responder mejor y más rápido a una buena gestión pesquera.