Los mares y océanos cubren el 71% de la Tierra, contienen el 97% del agua existente (en la atmósfera solamente el 0,001%) y, debido a su capacidad calorífica, regulan el clima del planeta. La distribución de la fauna y flora, y las características ecológicas de las diferentes zonas vienen determinadas, por una parte, por la luz, la profundidad, la temperatura, la salinidad, el oxígeno disuelto, las mareas, las corrientes marinas, el oleaje, la concentración de nutrientes, la turbidez, la sedimentación, el tipo de fondo, la distancia a costa, y por otra parte, por procesos de dispersión y migración, y por la composición de las cadenas tróficas.
Los mares y océanos cubren el 71% de la Tierra, contienen el 97% del agua existente (en la atmósfera solamente el 0,001%) y, debido a su capacidad calorífica, regulan el clima del planeta. La distribución de la fauna y flora, y las características ecológicas de las diferentes zonas vienen determinadas, por una parte, por la luz, la profundidad, la temperatura, la salinidad, el oxígeno disuelto, las mareas, las corrientes marinas, el oleaje, la concentración de nutrientes, la turbidez, la sedimentación, el tipo de fondo, la distancia a costa, y por otra parte, por procesos de dispersión y migración, y por la composición de las cadenas tróficas.
El mar es un vasto medio en tres dimensiones, donde la luz y los nutrientes actúan como limitantes para la vida. A medida que la profundidad aumenta la biomasa disminuye, de tal forma que a partir de los 1.000 metros solamente se concentra el 20% de la vida marina. La luz penetra apenas unos 50 m con la intensidad suficiente para mantener una producción fotosintética. Es por ello que las algas tienen sólo dos alternativas para sobrevivir: flotar o crecer sobre fondos litorales. A partir del nivel de compensación de la luz donde la fotosíntesis deja de ser rentable para las algas -¡y queda mucho hasta los 5.000 m de profundidad de la llanura abisal!-, las bacterias, los invertebrados -algunos tan parecidos a las plantas como las anémonas y las gorgonias- y los peces pasan a ser dominantes.
El golfo de Bizkaia, interpretado en sentido oceanográfico, muestra una continuidad con el océano Atlántico, abarcando toda la zona comprendida entre el sur de las islas Británicas (mar Céltico) y las Azores. Geográficamente puede limitarse por el paralelo del Finisterre Bretón (48º N) y el meridiano del Finisterre Gallego (8º O), con una extensión comparable a la mitad de la península ibérica. La costa francesa presenta una ancha plataforma continental que se estrecha hasta el cañón de Capbreton y vuelve a crecer hacia Galicia. Los principales aportes fluviales corresponden a los ríos Adour, Garona y Loira que recorren las extensas llanuras del oeste de Francia; mientras que los cortos ríos cantábricos apenas contribuyen salvo en momentos de fuertes avenidas.