La anchoa, como el resto de los peces teleósteos, posee en su oído interno unas formaciones calcáreas llamadas otolitos que le sirven como órganos del equilibrio. El otolito va creciendo por deposición de capas de carbonato cálcico y esta característica ha servido a los científicos para conocer la edad de los peces, leyendo el número de anillos.
La anchoa, como el resto de los peces teleósteos, posee en su oído interno unas formaciones calcáreas llamadas otolitos que le sirven como órganos del equilibrio. El otolito va creciendo por deposición de capas de carbonato cálcico y esta característica ha servido a los científicos para conocer la edad de los peces, leyendo el número de anillos. Hasta los años 70, la lectura de los otolitos se limitaba a los anillos anuales; a partir de entonces, se descubrió que también se podían leer los anillos de crecimiento diario, con lo que se convirtieron en herramientas para determinar también la edad de juveniles y larvas.
Además, se puede extraer otra información valiosa de la observación del otolito: el grosor de los incrementos (anillos) y la densidad del material depositado depende de la fase de crecimiento. Así, en los periodos de crecimiento activo los incrementos son gruesos con unidades discontinuas bien desarrolladas, mientras que en los períodos de crecimiento lento los incrementos son más finos y los microcristales más compactos y continuos. Frecuentemente se encuentran dos o más subunidades en los incrementos, probablemente causadas por ritmos de alimentación, migraciones, cambios de la temperatura, etc. Es como un historial biográfico del pez.
Por otro lado, además del calcio, se pueden incorporar otros elementos químicos a la composición del otolito, como el estroncio, bario, cadmio, magnesio, cobalto, cobre, silicio, fosfato, boro, etc. El hecho de que se depositen estos elementos en el otolito en mayor o menor grado depende de la composición química del agua, de la fluctuaciones de la temperatura, variaciones en el tipo de nutrición, etc. por lo que este análisis puede revelar información sobre el medio ambiente donde se desarrolla el individuo.
En el caso de la anchoa, se han utilizado las concentraciones de estroncio en el otolito para seguir los desplazamientos de la anchoa en el golfo de Bizkaia. La concentración de estroncio en el otolito depende de la salinidad del agua. En primavera y verano (entre abril y agosto), la anchoa desova cuando la temperatura del agua se encuentra a 16-18ºC. Los primeros juveniles aparecen concentrados entorno al estuario de la Gironde (que nace tras la confluencia del río Garona y Dordoña tras atravesar Burdeos), sin embargo, las corrientes los desplazan fuera de la plataforma continental y en el otoño encontramos dos grupos de juveniles:
– Un grupo en la zona de la Gironde (donde el agua es menos salina).
– Otro grupo en aguas oceánicas, fuera de la plataforma continental (aguas totalmente salinas).
Analizando el contenido químico de los otolitos de estos juveniles podemos estudiar sus desplazamientos. Esta información es de gran importancia en el estudio de los factores que determinan que el reclutamiento (el grupo de juveniles que han nacido un año determinado y que han sobrevivido a la fase larvaria) de la anchoa sea exitoso, ya que hasta el momento no se han encontrado las claves que expliquen la dinámica de este proceso: por qué unos años sobreviven la mayoría de los juveniles y otros años no.