A pesar de no trabajar en contacto con el fondo marino, las redes de cerco suelen sufrir roturas en los paños debidas a corrientes fuertes, maniobras incorrectas al largar o virar el aparejo o reventones de la red provocados por la gran cantidad de pescado.
A pesar de no trabajar en contacto con el fondo marino, las redes de cerco suelen sufrir roturas en los paños debidas a corrientes fuertes, maniobras incorrectas al largar o virar el aparejo o reventones de la red provocados por la gran cantidad de pescado.
Si estas roturas son pequeños agujeros pueden ser reparadas a bordo de los propios barcos. Cuando son roturas mayores, la escasez de espacio a bordo de los barcos imposibilita su reparación, por lo que suelen ser transportadas a puerto donde los grupos de rederas efectúan las reparaciones.
Para ello, las redes son izadas a tierra por medio del halador. Mientras la red va siendo estibada en el muelle, se intenta extenderla lo necesario para poder detectar y señalar las roturas.
La reparación que realizan las rederas es completamente manual, sentadas sobre pequeñas banquetas colocadas encima de la red en incómodas posturas, acercando el paño hasta sus manos y pasando una pequeña aguja con hilo entre las mallas de ambos extremos de la rotura. Frecuentemente realizan esta labor a pie de muelle, bajo las inclemencias meteorológicas. Además, cuando la rotura es importante y para no dejar al barco en tierra sin poder faenar por falta de aparejo, en ocasiones su labor se realiza de manera continuada y sin descanso hasta finalizar la reparación.
El colectivo de rederas de los puertos vascos está formado en su totalidad por mujeres, buena parte de las cuales trabaja en las mismas condiciones en cuanto a confort laboral que a mediados del siglo pasado. Realizan su trabajo tanto a pie de muelle, sobre la red húmeda, como a bordo del propio barco, siendo los menos los casos en los que trabajan en locales a cubierto.
Tratando de paliar esta situación, AZTI-Tecnalia realizó un estudio para comprobar la idoneidad técnica de las máquinas de coser para la reparación y montaje de las redes de cerco. En este estudio se llegó a la conclusión de que, si bien las máquinas podían realizar algunas labores de modo más rápido y con menor esfuerzo por parte de las rederas, el acabado resultaba tosco en comparación con la misma labor realizada por las rederas.
Por otra parte, el salario de las rederas es bajo, incluso en comparación con el de oficios en los que no se necesita ningún tipo de calificación profesional. Sin embargo todas las rederas han pasado por un periodo previo de aprendizaje en el que muchas de ellas, en su juventud, ni tan siquiera cobraban salario alguno. No disponen de un horario fijo de trabajo ni de una previsión de la carga de trabajo, lo que imposibilita prever los ingresos mensuales. La cotización a la seguridad social, si bien está subvencionada en parte, la realizan en la modalidad de autónomos y la costean en muchos casos ellas mismas.
En definitiva, es un oficio poco agradecido. Ante esta situación, este oficio formado en su totalidad por mujeres, no cuenta en la actualidad con un relevo generacional claro, siendo la mayor parte de ellas de una edad avanzada, en muchos casos próxima a la jubilación.